La monotonía se había instalado, ahí donde nunca fue invitada, pero ella, que es necia, poco a poco se metió y ya no quiso irse.
Pasaron días e incluso semanas y cada vez se le veía más feliz, más dueña de ese gran espacio, estaba más cómoda, más segura, tanto que ya nada la hacía querer marchar a otro lugar.
Pero bastó la mirada tierna y dulce de unos hermosos ojos café para sentirse la monotonía amenazada, esos ojos estaban llenos de inquietud, de curiosidad y de esperanza.
De una noche a un amanecer la monotonía estaba amenazada, sin siquiera esperarlo se tuvo que marchar, que dejar ese lugar seguro y buscar otro rincón en el cual morar, pues donde por tiempo se había instalado, se llenó de luz y de ilusiones, de pronto ya había sonrisas y felicidad.
Sin más que hacer ahí, la monotonía marcho y en su lugar llegó la tranquilidad.
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