LAS SENOS, UN ASUNTO SERIO
Las tetas, como el mar, atraen miradas, inspiran poesía y han provocado más de un naufragio. Perseguidas, admiradas y soñadas por los hombres, las mujeres las llevan con orgullo, recelo, indiferencia. Pero nadie, absolutamente nadie, es inmune a su encanto.

Las hay grandes, que desafían la gravedad y las leyes del equilibrio, pequeñas, que se llevan con elegancia y ventaja en los deportes. Las firmes, que parecen cinceladas por los dioses, y otras con historias tatuadas en su piel. Todas tienen su público.

Los poetas han cantado a los ojos, a los labios, a la luna, pero cuando nadie los ve, escriben sobre tetas en libros que publican con seudónimos o llenan los muros de los baños públicos, incluso algunos, como costumbre de otra época, todavía esconden bajo la cama su revista repleta de tetas.

Unas buenas tetas más que objeto de contemplación, son un instrumento de poder, por ejemplo con un escote en el ángulo correcto se puede lo mismo beber un trago gratis, que quitar una multa o incluso dejar al hombre de palabra fácil en el más vergonzoso de los tartamudeos. Luego está la gran injusticia: los hombres pueden andar sin camisa cuando hace calor, e incluso con tetas, nadie los mira dos veces. A las mujeres no. ¿Por qué? Debería ser al revés, nunca debería ser un delito la contemplación libre de las maravillas de la naturaleza, las que han alimentado civilizaciones, inspirado revoluciones y cambiado el curso de más de una historia nacional y personal, porque las tetas nos recuerdan todo el tiempo que lo más simple es lo más extraordinario