Un día también, sin esperarlo,
me soltaste y dijiste adiós,
así sin más, no entendí lo que decías
y a pesar de todo el dolor que sentía,
de las mil preguntas que en mi mente bailaban,
fui incapaz de preguntar porqué.

Te fuiste diciendo que aún me amabas,
pero que el adiós era lo mejor
y aunque no dije nada,
por mucho tiempo te esperé.

Sí, te esperé aún sabiendo que no regresarías,
al menos no como yo quería,
porque he de decirte que nunca te fuiste,
aún después de los años, seguís viviendo en mí.

Cuando pienso en el amor de mí vida,
pienso en vos
y en lo cobarde que te volviste
al no saber defender el amor.

Siempre te dije cuánto te amaba,
pero nunca cuánto te llegué a odiar,
pero no por haberte ido,
sino porque sabías que no ibas a ser feliz.

Te odié,
porque en tus prioridades nunca estuviste vos,
quisiste darle tranquilidad
a las personas equivocadas
y no regalarte felicidad.

Te odié por cobarde,
con la misma intensidad
que te amé cuando fuiste libre.